Trabajaba en Google como parte del equipo de Chrome, cuando un día surgió una idea loca en una reunión: “¿Y si hacemos que cuando no haya conexión, aparezca algo divertido en lugar de un error aburrido?” Así nació el concepto de un dinosaurio corriendo en el desierto. ¿Por qué un dino? Porque estar sin internet se siente como estar en la prehistoria.
Lo curioso es que ese chiste visual terminó convirtiéndose en uno de los juegos más jugados del mundo.
Junto con mis compañeros Sebastien Gabriel y Alan Bettes, empezamos a programarlo por diversión. No nos dieron presupuesto, ni esperaban nada de eso. Lo hacíamos entre tareas, con el tiempo justo.
Al principio solo saltaba… luego agregamos cactus, aves, y detalles pixelados que parecían de los 90. Lo que nadie sabía es que, mientras yo programaba ese juego tan simple, por dentro estaba atravesando un momento bastante complejo: mi papá había sido diagnosticado con una enfermedad fuerte.
Hubo noches enteras en que trabajaba desde casa con la cabeza en otro lado. El juego era una forma de calmar mi ansiedad, de sentir que al menos algo estaba bajo control. Un día lo lanzamos sin mucho ruido… y de pronto, se volvió viral. Millones lo jugaron, incluso en oficinas, escuelas, y hasta en aeropuertos sin WiFi. Ese dinosaurio, que nació como una broma, se convirtió en un símbolo. Y para mí, en un refugio emocional.
Nunca pensé que algo tan pequeño pudiera causar tanta conexión. Lo más bonito es que niños y adultos lo juegan sin necesidad de explicación. Es simple, directo… como muchas cosas importantes en la vida. Y aunque nadie me reconozca en la calle, saber que algo que creamos con tanto cariño ayuda a pasar el rato en momentos frustrantes… ya lo vale todo.
“A veces, las ideas más simples nacen en los días más difíciles… y terminan tocando millones de vidas sin que tú te des cuenta.”
– Edward Jung, diseñador líder del famoso juego del dinosaurio sin conexión de Google Chrome.
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