Lucha Fuentes, Leyenda Inmortal del Vóley: Su Partida Deja un Legado que Trasciende Generaciones
La reciente partida de Luisa Fuentes Quijandría, a quien el Perú entero conoció y amó como Lucha Fuentes, ha dejado un profundo vacío en el alma del deporte nacional. Fallecida a los 76 años el 28 de mayo de 2025, su ausencia sacude el corazón del voleibol peruano, ese deporte al que dedicó su vida con una entrega total que trascendió la cancha.

"La Cañonera de Oro", "La Gran Capitana", "La Leyenda". Estos apodos no solo describen su potencia en el mate o su liderazgo en el campo, sino que encierran la magnitud de su figura. Nacida en Ica en 1948, fue descubierta a los 14 años por el entrenador japonés Akira Kato, un encuentro que selló su destino y la impulsó a convertirse en una de las grandes defensoras de la blanquirroja.

Durante las décadas de 1960 y 1970, Lucha fue el alma de una selección que llevó al Perú a brillar en el mundo del vóley. Obtuvo múltiples títulos sudamericanos y subcampeonatos panamericanos. Bajo la dirección de Akira Kato, logró un meritorio cuarto lugar en los Juegos Olímpicos de México 1968 y en la Copa del Mundo de 1973. Participó en dos ediciones de los Juegos Olímpicos y cuatro campeonatos mundiales. Acumuló un palmarés impresionante con 10 medallas de oro y cinco de plata en torneos internacionales.

Pero el legado de Lucha Fuentes va mucho más allá de las victorias y las medallas. Tras retirarse como jugadora en 1979, adoptó el rol de entrenadora, logrando nuevos títulos en categorías menores. Se convirtió en guía y maestra de nuevas generaciones. Para muchas jóvenes que soñaban con triunfar en el deporte, especialmente aquellas que venían de la pobreza, Lucha fue una figura fundamental, casi una madre. Cecilia Tait, medallista olímpica en Seúl 1988, la recordó con la voz quebrada, narrando cómo Lucha le daba de comer, le regalaba ropa y la llevaba a tomar su micro, enseñándole el valor del trabajo duro sin perder la humildad. Natalia Málaga también la llamó su guía, maestra y segunda madre. La preocupación por la juventud y el deporte nacional fue una constante en su vida.

Lucha no solo destacó por sus logros deportivos y su rol formador, sino también por su calidad humana. Era recordada por su carisma, su alegría y su chispa. Fue nominada como una de las mejores jugadoras del siglo XX por la Federación Internacional de Voleibol e ingresó al Salón de la Fama del Deporte Peruano en 2012. En 2019, fue elegida para ser la portadora final de la antorcha en los Juegos Panamericanos de Lima, un cierre simbólico a una vida dedicada al deporte.

En sus últimos años, aun luchando contra una terrible enfermedad que su familia cuidó "como a un cristal", recibió merecidos homenajes. El Ministerio de Cultura la distinguió como Personalidad Meritoria de la Cultura. El Instituto Peruano del Deporte le rindió tributo en varias ocasiones. Y poco antes de su partida, la Federación Peruana de Voleibol instauró el "Premio Lucha Fuentes" a la mejor jugadora de la Liga Peruana del Vóley, un reconocimiento que ella misma agradeció con emoción.

Con su partida, el vóley peruano pierde a una de sus más grandes figuras. El dolor es inmenso, pero el recuerdo de Lucha Fuentes, con su potente mate, su liderazgo inspirador y su inmenso corazón, permanecerá imborrable en cada cancha y en los corazones de todos los peruanos. Fue más que una jugadora; fue una arquitecta del deporte femenino en el Perú, una figura que, viniendo de la pobreza, mostró que con trabajo, disciplina y un espíritu generoso, se puede alcanzar el éxito y tocar la vida de generaciones. Su legado vivirá siempre.