El vapeo se ha popularizado como una alternativa “menos dañina” al tabaco tradicional. Sin embargo, esta aparente solución está lejos de ser inofensiva. ¿Qué contienen realmente estos dispositivos y cuáles son los riesgos reales para quienes los usan —y para quienes los rodean?
¿Quiénes están afectados? Principalmente los jóvenes entre 13 y 25 años, pero también aquellos que conviven con ellos: familias, amigos y comunidades enteras. Según datos recientes en nuestro país, al menos un 6% de niños entre 13 y 15 años han probado el vapeo alguna vez. Y la preocupación crece.
¿Qué hace tan peligroso al vapeo? Los líquidos que se calientan en estos dispositivos liberan sustancias tóxicas como formaldehído, acroleína, benceno y nicotina; sustancias relacionadas con lesiones celulares y un aumento comprobado en casos de cáncer de pulmón. Además, la nicotina genera adicción igual que el cigarrillo tradicional.
¿Cuándo se manifiestan estas consecuencias?
Las lesiones pueden presentarse rápidamente: desde daños agudos hasta enfermedades crónicas como la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC). Peor aún, el humo residual del vapeo perjudica también a quienes no lo consumen directamente —el llamado “fumador pasivo” ahora tiene un nuevo enemigo.
¿Por qué es tan popular entre niños y adolescentes?
Por su bajo costo, la facilidad para adquirirlo y sus múltiples sabores atractivos; esto favorece que niños desde los 12 años lo prueben tentados por lo novedoso.
¿Cómo podemos proteger a nuestras familias? Educar a hijos e hijas sobre las consecuencias reales del vapeo es urgente e indispensable. Los padres y educadores deben generar diálogo abierto basado en información científica rigurosa para revertir esta tendencia dañina.
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