China ha logrado convertir el desierto de Talatan, de ser una extensión árida, a una zona clave para la energía limpia. Los científicos de la Universidad de Tecnología de Xi’an demostraron que cubrir grandes áreas desérticas con paneles solares no solo produce electricidad, sino que también mejora el ecosistema local de forma duradera.
El estudio publicado en Nature se centró en el Parque Fotovoltaico Gonghe, una instalación de 1 gigavatio ubicada en la provincia montañosa de Qinghai. Allí, los investigadores observaron cómo la sombra de miles de paneles alteró el microclima, redujo la evaporación del suelo y aumentó la humedad relativa. Este cambio favoreció la aparición de nueva vegetación y la proliferación de microorganismos, demostrando que los desiertos pueden servir como zonas estratégicas para el desarrollo de energías renovables sin degradar su entorno.
El Parque Fotovoltaico Gonghe se extiende sobre una vasta superficie en el desierto de Talatan, a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar. Es una de las instalaciones solares más grandes del país, con capacidad para generar electricidad suficiente para abastecer a más de un millón de hogares. Los investigadores emplearon el modelo “Conducción-Presión-Estado-Impacto-Respuesta” (DPSIR), una herramienta desarrollada por la Agencia Europea de Medio Ambiente para medir los efectos ecológicos de grandes proyectos.
Se analizaron 57 indicadores ambientales, desde la temperatura del suelo hasta la densidad vegetal. El área cubierta por paneles obtuvo una puntuación de 0,4393, considerada “moderada”, mientras que las zonas adyacentes y las externas registraron valores más bajos, de 0,2858 y 0,2802, calificadas como “pobres”. Estas cifras reflejan una mejora tangible del ecosistema dentro del perímetro del parque solar.

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