Desde San Juan de Lurigancho… hasta la universidad: la historia de Valeria
Una historia de esfuerzo, sueños aplazados, y el poder invisible de la perseverancia. Valeria nació en San Juan de Lurigancho, uno de los distritos más grandes y poblados de Lima, Perú.

Creció en una ladera empinada, donde subir y bajar todos los días más que un trayecto era un entrenamiento físico y emocional. Su casa, hecha de esteras al principio, se fue transformando con los años: ladrillo por ladrillo, gracias al esfuerzo de su madre y de su abuelito, don Lucho, que fue albañil hasta los 72.

Su padre las había dejado cuando Valeria tenía 6 años. Y aunque nunca volvió, su ausencia no fue una herida: fue el impulso que necesitaba para no rendirse. En la escuela pública era callada. Se sentaba siempre en la segunda fila, y cuando la profesora pedía voluntarios, ella levantaba la mano sin miedo.

Sabía que estudiar era su única manera de salir adelante. Pero sabía también que los libros costaban, el uniforme se desgastaba rápido y el tiempo era escaso. Por eso, a los 13 empezó a ayudar a su madre a vender mazamorra y arroz con leche en el paradero.

—“No te avergüences, hijita. Esta olla es nuestro sueño. De aquí saldrá tu futuro”, le decía su mamá.
Y Valeria lo entendía. A los 16 ganó una beca de preparación preuniversitaria.
Caminaba una hora diaria para no gastar en pasaje.

Estudiaba hasta la madrugada. Lloró muchas veces de agotamiento. Pero nunca, jamás, pensó en rendirse.

En el 2022, Valeria ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la carrera de Educación. Y hace pocos meses, dio su primera clase en un colegio de Lima Norte. Cuando terminó, se encerró en el baño y lloró. No por tristeza.

Sino porque todo lo vivido había valido la pena. —“Quiero ser esa profe que vea a los niños invisibles… como a mí me vieron”, escribió en su cuaderno. Hoy, Valeria sigue viviendo en San Juan de Lurigancho.

Y aunque podría mudarse a un lugar “mejor”, prefiere quedarse cerca de su gente. Porque ella no quiere huir de su historia. Quiere transformarla.

No todos los héroes tienen capa. Algunos llevan una mochila pesada, un tupper con arroz, y una esperanza terca que ni la pobreza pudo apagar.