En el mundo microbiano existen seres que desafían las reglas convencionales de la vida. Algunas bacterias, llamadas electrotrofas, pueden extraer electrones directamente de una fuente eléctrica, sin usar azúcares, proteínas ni otras moléculas orgánicas.
El género Geobacter es uno de los más estudiados en este campo. Estos microorganismos tienen en su membrana estructuras similares a cables, conocidas como pili conductores o nanohilos, que llevan electrones del exterior al interior de la célula.
Su descubrimiento se remonta a la década de 1980, cuando el microbiólogo Derek Lovley encontró bacterias en los sedimentos del río Potomac que obtenían energía de minerales ferrosos. Con años de investigación se comprobó que podían transferir electrones directamente a metales y, sorprendentemente, extraerlos de electrodos con corriente eléctrica.
Este hallazgo ha impulsado proyectos para desarrollar baterías biológicas y celdas de combustible microbianas que generen electricidad mientras purifican aguas residuales, crear biosensores ultra precisos para detectar contaminantes y comprender mejor cómo surgió la vida en ambientes extremos.
Incluso, algunos científicos sugieren que estos microorganismos podrían ser similares a formas de vida que existirían en otros cuerpos celestes, como Europa (luna de Júpiter) o Encélado (luna de Saturno), donde la energía generada por procesos geológicos podría sostener formas de vida.
La próxima vez que pienses en la diversidad de la vida, recuerda que en nuestro planeta existen seres microscópicos cuyo alimento es algo tan intangible como la corriente eléctrica, desafiando los límites entre la biología y la física.
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